viernes, 28 de diciembre de 2018

Para Desorden Público, no todo está normal.


La agrupación caraqueña, pionera del ska en Venezuela, le cantó a la diáspora, a los políticos y al Niño Jesús

Fotos: Pisirila

Los ´80 fueron un periodo oscuro para la fusión, al menos dentro del rock venezolano. Una nueva generación, más afín a corrientes como el new wave o el heavy metal, rompía con estilos como la música progresiva o el jazz fusión, los cuales, por su naturaleza, fácilmente tendían a  aprovechar la riqueza musical autóctona. No obstante, junto a los sonidos del punk y la nueva ola, llegó también un género que, aunque oriundo de Jamaica, era impulsado esta vez desde Inglaterra: el ska.

Si bien, un par de décadas antes, ya existían antecedentes de esa tendencia, anterior al reggae, en nuestro país, es a partir de 1985 que comienza echar raíces en Venezuela, gracias al trabajo de la agrupación Desorden Público. Lo demás es historia: la creación de un sonido más local (“el ska de acá”) y el nacimiento de un estilo latinoamericano hibrido, el rock mestizo. Es por eso que, desde hace tiempo, queríamos hacerle su merecida reseña a los padres locales del género.

Tras la pista del Desorden


Pasemos de los ´80 al agonizante 2018. Hace unos meses la agrupación celebró sus 33 años en una casa del este de Caracas. Lo hicieron recordando sus orígenes punk, con canciones anteriores a su primer disco, y con invitados especiales. 

Quienes conformamos el equipo de Tutmonda nos quedamos con las ganas, en aquella ocasión, de acceder al lugar de los acontecimientos, por no haber tramitado a tiempo los pases de cortesía. Al menos pudimos escuchar, desde afuera, temas clásicos como Políticos Paralíticos.

El evento en cuestión pertenecía al ciclo Bajo el árbol, organizado por la productora del mismo nombre, en colaboración con la empresa Maru Sánchez.  Es importante hablar de esta iniciativa, ya que, con sus pro y sus contra, tiene relación directa con la banda, y ha contribuido, junto a otros circuitos alternativos, a reanimar una escena venezolana que parecía dormida. El concierto de Navidad, en un espacio más grande, nos sonaba prometedor.

Para su espectáculo decembrino, la agrupación decidió hacer un evento en un recinto más amplio, con más de sesenta años de historia y con capacidad para unos cuantos miles de espectadores: la Concha Acústica de Bello Monte. Haciendo honor a la fecha, se añadieron elementos escenográficos y sonoros relacionados con la época del año, incluyendo versiones ska del repertorio navideño venezolano.

La apertura, por supuesto, contó con la participación de otras bandas, unas nuevas, otras veteranas, las cuáles, en su diversidad de estilos, añadieron más sabores musicales al concierto.

Comienzo a ritmo de surf


Pese a estar pautado a las 3pm, el evento empezó en realidad después de las 4 de la tarde. Aun a esa hora la gente apenas llegaba al recinto, la mayoría recorriendo una feria con bebidas y alimentos la cual, a pesar de la fecha y la distancia geográfica, parecía sacada de un festival de verano europeo.


Fueron los Javelin, pese a su trayectoria de más de una década, los encargados de abrir el espectáculo, con una introducción lenta. “Feliz Navidad, nos lo merecemos” dijeron sus integrantes, y comenzaron a ejecutar, de repente, un surf acelerado que cautivó a un público el cual, sin embargo, aun no llenaba la totalidad de las gradas, y que guardaba sus energías para la noche.

En ocasiones Los Javelin se salieron un poco del surf tradicional, incorporando momentos más ruidosos y experimentales debido a la influencia de su nueva guitarrista, Raquel, proveniente de agrupaciones noise-rock como THE, logrando sonar como un cruce entre The Ventures y Sonic Youth.


Su versión de Misirlou (tema del film “Pulp Fiction”, que a su vez es un cover de una pieza griega) logró exitar a la gente, para luego rematar con el “Surfin´Bird” de los Trashmen, contando para ello con las vocalización de Danel, baterista de Desorden. La audiencia estaba más encendida, pero ya el tiempo se había acabado. 

Algo parecido sucedió después con la agrupación Nomasté, que no pudo complacer a los asistentes con otra pieza más. No obstante, el espacio entre las bandas fue bastante amplio, y quizá se hubiese podido aprovechar mejor.

Nomasté, el grupo que vino después, mostró un sonido swing quizá no demasiado vanguardista, pero poco cultivado en nuestro país. Similares a los colombianos Monsieur Periné, tienen una influencia mayor del ska, y añaden algo de ritmos afrocaribe en las percusiones. 

Tomando en cuenta que apenas empiezan y que las integrantes son unas chicas cercanas a los 20 años de edad, es posible que poco a poco logren crear un sonido más propio, tal como ocurrió con los mismos Desorden Público. Con su propuesta, lograron meter en el bolsillo a la audiencia.

Los últimos en tocar, antes del plato fuerte de la noche fueron la agrupación Pixel, liderizados por el vocalista Pablo Dagnino. Sonaron bastante acoplados, bien ecualizados en la consola. No obstante, pese al carisma de su vocalista, no lograron conectar 100% con el público, quizá porque, su rock alternativo, desencajaba un poco con las otras propuestas. También es cierto que Los Píxel, a pesar de tener dos décadas de trayectoria y ser nominados a los Grammy latino no tienen un repertorio que resulte tan familiar para el oyente promedio, como podría pasar con Sentimiento Muerto, agrupación la cual, a pesar de Dagnino, forma parte de su historia.

Entendemos el esfuerzo que ha hecho Pablo, desde el año 2000, por levantar un proyecto musical empezando prácticamente desde cero, demostrando que puede componer y cantar sin la ayuda de sus primeros compañeros de banda. No obstante, si Morrisey aun interpreta canciones de The Smiths ¿Por qué Pablo Dagnino no hace lo mismo con su antigua banda? Si Horacio Blanco sacara otro grupo o desarrollara una carrera en solitario es seguro que le pedirían canciones de su grupo más conocida. Pero esa es nuestra opinión, por supuesto. Hablemos ahora de los protagonistas de esta crónica.

Desorden al anochecer

Ya en horas nocturnas, cuando se montó Desorden Público,  las gradas de la Concha Acústica estaban atestadas de gente. Una audiencia con personas de todas las edades, aunque la mayoría tenían un rango de entre treinta y cuarenta años. La tarima se iluminó con proyecciones de estrellas y otros motivos navideños, mientras las pantallas, a los lados, mostraban fragmentos de videoclips o imágenes alusivas a las canciones.

Durante su presentación, Desorden mostró dos facetas: una relacionada con las celebraciones decembrinas (recordando un poco a las grandes orquestas de Venezuela) y otra relacionada con sus convicciones políticas. Y lo último es importante, pues, el siglo XXI trajo a una agrupación quizá más diplomática, acaso ambigua, producto, seguramente, de la diversidad de opiniones de sus integrantes. Personalmente me consideré doliente, durante un largo tiempo, de sus inicios contestatarios y directos.

Para 2011 “los desordenados” se atrevieron a ir al grano con el tema político, expresando su malestar ante la polarización del país, principalmente con canciones como Los Contrarios, extraídas del álbum homónimo. 

En 2014 ocurrió su controvertida presentación en Suena Caracas. Y ahora, finalizando el año, la posición es más frontal: hay un mandatario que no debe ir “al sanatorio”, sino “al calabozo”, como dijeron en su versión de Valle de Balas, y siguen ratificando que, definitivamente, no “todo está normal”.

¿Y la música que tal? Sonaron impecables. Tres décadas no pasan en vano. Es una agrupación que tuvo sus inicios punk, pero que hoy día es capaz de grabar con virtuosos como el C4 Trío, hacer un disco con canciones de Navidad y presentarse en vivo con músicos más académicos. La participación del Orfeón de la UCV emocionó a una audiencia identificada con la casa de estudios.

Con la coral universitaria interpretaron temas como Niño Lindo (con unas escalas de adorno sacadas del medio oriente) y A ti te Cantamos, de Ricardo Pérez, interpretada en esta ocasión por una voz solista del Orfeón, y no por María Teresa Chacín. La ausencia  no fue lamentada por los asistentes, quienes aplaudieron la intervención. La conexión emocional y nacional fue reforzada con canciones propias de la agrupación como Los que se van, referentes a la diáspora venezolana.

Otro invitado de lujo fue Daniel Somaró, locutor y cantante conocido por su trabajo con la banda Guaco. Con él, se interpretó el clásico Amparito, compuesto por Ricardo Portillo y llevada a la fama en su momento por Maracaibo 15. Otro clásico que también tuvo su respectiva versión, pero proveniente del mundo de la salsa fue La Temperatura, de los Hermanos Lebron, que contó con la participación de la percusionista del grupo Namasté.

Por supuesto, no podían faltar piezas emblemáticas de la agrupación, tales como Esto es Ska, Zapatos Resbalosos (con Danel en la voz), La Danza de los Esqueletos, Canto popular de la vida o muerte ,Allá cayó o Tiembla (con la cual cerraron), muy coreadas y bailadas por el público. A pesar de la extensión del concierto (Desorden estuvo un par de horas en tarima) quedaron unos cuantos temas por fuera que hubiésemos querido escuchar en vivo.  Pero esto no es una crítica. Habla muy bien de una agrupación que tiene canciones exitosas de sobra.

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1 comentario:

  1. Gracias por asistir y reseñar tan bien un evento que queremos repetir en un sitio tan emblemático, importante y adecuado para conciertos como este, no vemos en el proximo show!! ah y Feliz año bueno!!

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