por Ernesto Soltero
En Venezuela, la mezcla de sonidos tradicionales autóctonos
con otros más contemporáneos tiene más de medio siglo de existencia. No
obstante, incluso dentro de sus fronteras, sigue siendo un secreto muy bien
guardado.
Por otra parte, experimentos como la onda nueva, de Aldemaro
Romero, lograron, en su momento, cierta
repercusión internacional. No lograron repetir, sin embargo, el éxito de
estilos como el bossa nova brasilero, del cual tomaron su inspiración.
Pese a ello, la semilla de la fusión, sembrada en géneros
como el jazz, el rock e incluso la electrónica venezolana, sigue retoñando, sin
llegar a la masificación de países como México o Colombia. El resultado es un
árbol que, de forma modesta, sigue creciendo, y se ramifica incluso en otras
latitudes, gracias, en parte, a la diáspora venezolana, tomando elementos de su
propio pasado inmediato.
Un ejemplo lo tenemos en la agrupación Insólito Universo,
cuyo nombre, tomado de un conocido serial radiofónico local, toca el
inconsciente colectivo del venezolano. Sus integrantes, ex miembros en su
mayoría de otras interesantes bandas, se encuentran radicados actualmente en el
continente europeo, con una propuesta que nos remite a los años ´70, época
dorada, pero olvidada, del mestizaje sonoro local.
De Aldemaro Romero toman bastante. La batería llega a
recordarnos al célebre Pavo Frank, responsable de definir el sonido percusivo
del género onda nueva, mezcla de jazz con compases joroperos. Pero no son la música
llanera o tuyera los únicos referentes. Los tambores venezolanos también se
hacen escuchar, aunque de una manera quizá menos agresiva, sumergidas en un
ambiente sonoro más psicodélico.
Todo ello se complementa con sonidos electrónicos, ajenos
(gracias a Dios) a tendencias como el techno o el trap, y cercanas, más
bien, a la música experimental de
vanguardia. Los sonidos electro-acústicos, explorados alguna vez por el
mismísimo Chelique Sarabia, siguen mostrando su vigencia, sumando además a
timbres de sintetizador los cuales, aunque se conectan por puerto USB, nos
recuerdan a los modelos analógicos.
Cabe agregar que este trabajo, con tan sólo ocho canciones,
parece tener la duración justa. Al reproducirlo, incluso en archivo digital,
recordamos la experiencia de escuchar esos grandiosos álbumes de acetato, que
rara vez superaban los 40 minutos de duración, y parecían concentrar sólo lo
necesario en ese espacio de tiempo. La buena noticia, para los coleccionistas,
es que el álbum, de hecho, también puede ser adquirido en ese formato.
No podemos olvidar la experiencia de oír este disco con
auriculares o el sistema de sonido indicado, un elemento destacable en el cual
la producción y la mezcla tienen mucho mérito. De esa manera nos sentimos
partícipes de un verdadero viaje, el cual nos puede llevar a esa Venezuela
optimista de hace cuatro décadas, pero también al espacio.
Mención especial para María Fernanda Ruette, quien ejerce no
sólo el rol de vocalista y cuatrista, si no también letrista, un oficio en el
cual influye, seguramente, su formación literaria.
En conclusión, un interesante trabajo donde confluyen lo
tradicional y lo experimental, mostrando al mundo que, a pesar de la crisis, la
música venezolana está viviendo su mejor momento.
Gracias Ernesto! Y también es interesantisimo revisar el trabajo que esta haciendo OLINDO RECORDS, el sello disquero llevado adelante por Miguel Colmenarez, DJ caraqueño radicado en Londres. Han sacado musica de otros venezolanos como Betsayda Machado, Monsalve y Los Forajidos e Isaac Sasson. Saludos!
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