miércoles, 7 de junio de 2023

Erotika Perennis: entre el orgasmo y la vanguardia.

Imágenes explícitas. Sonidos Insólitos. Eso fue lo que presentó Doctor Fakuménica, colectivo liderizado por Andrés Levell, el pasado 31 de mayo en el centro de arte Los Galpones. Un espectáculo estéticamente (y moralmente) transgresor.


por ErnestoSoltero.

Fotos: Fidel Pirona


AndrésLevell se ha hecho un nombre en la escena venezolana. Tanto con sus ensambles como en sus presentaciones solistas, se ha convertido, desde hace más de una década, en referente de la vanguardia caraqueña. Un movimiento artístico al cual poco le importa el éxito de Bad Bunny o la muerte comercial del rock´n´roll. Levell, al igual que otros músicos experimentales, no busca complacer a nadie, y sin embargo, ha logrado llegar un poco más lejos que otros de su misma tendencia.


Actualmente se encuentra reactivando el ensamble Doctor Fakuménica, en la cual mezcla elementos como la improvisación y la atonalidad, típicos de su repertorio habitual, con la proyección de películas, las cuales, según hemos visto hasta ahora, pertenecen a la era del cine mudo. A diferencia de otras agrupaciones similares tales cómo Teatros Automáticos, sus sonidos, aunque disonantes, tienden más a lo acústico que a lo eléctrico. Además, el grupo no suele intervenir o modificar los filmes originales.


Por ahora, en esta nueva etapa, Doctor Fakuménica ha presentado su propuesta un par de veces, y se prepara para un tercer espectáculo. En una primera ocasión musicalizaron cintas de George Meliés, uno de los grandes pioneros de las artes cinematográficas. Posteriormente le pusieron acompañamiento sonoro a un tipo de películas más subterráneas, no demasiado renovadoras, aunque con claras intenciones comerciales: el cine porno de principios del siglo XX.

Del Vodevill al porno

En sus inicios el cine no era arte, era ciencia y era circo. A las puertas del siglo XX el mundo civilizado se asombraba con los avances tecnológicos, pero también se entretenía con comedias teatrales populacheras o hazañas acrobáticas. El cine , en su fase inicial, no era más que otro añadido a los espectáculos de variedades. La simple imagen de un tren en movimiento dejaba al público estupefacto.

El objetivo de este artículo, sin embargo, no es contarles la historia del séptimo arte. Todos sabemos que el cine se convirtió en algo más complejo. Tomó elementos del teatro y la literatura. Creó sus propios códigos narrativos en base a la imagen. Ya no era necesario ver actores en vivo para presenciar un drama o una comedia. Adicionalmente, no sólo los “Shakespeare” o los “Dumas” de esa nueva era de progreso se dieron cuenta del potencial de este nuevo medio de comunicación. También los mercaderes de la sexualidad.

Y es aquí dónde nos damos cuenta, gracias a los integrantes de Doctor Fakuménica, que la historia del cine porno es casi tan antigua cómo la historia del cine en general. Para la ocasión se proyectaron 10 piezas filmadas entre 1905 y 1930 las cuales, hoy día, en plena era de onlyfans, siguen siendo (aunque eso depende de nuestra visión subjetiva) tan incómodas cómo excitantes. Cintas hechas al comienzo de un siglo repleto de avances técnicos y rupturas artísticas, pero también de teorías psicoanalíticas cómo las de Sigmund Freud (Bastante enfocadas en el tabú) o de novelas eróticas guarras (aunque con un contenido más profundo) como “Las 11 mil vergas” de Apollinaire.


Porno + Vanguardia ¿Una fusión improbable?

Normalmente asociamos la música con sensaciones o emociones humanas. Un bolero, por ejemplo, nos evoca melancolía, mientras una canción “funk” nos sugiere sexualidad. Todo ello responde más a nuestro condicionamiento socio-cultural que a un análisis objetivo. No obstante, los géneros bailables, llenos de sonidos graves que hacen vibrar las caderas, suelen hacer buena simbiosis con lo erótico. Las disonancias o los ritmos asimétricos, por otro lado, no suelen asociarse a este tipo de percepciones.

La música experimental suele romper con los esquemas clásicos y también populares. Incluso elementos estandarizados como la escala tónica occidental se vuelven prescindibles. Inconscientemente, por tener una estructura impredecible, llena de tonos discordantes o cambios inesperados, nos transmite el mismo temor que sentimos por lo desconocido. Por ello funciona tan bien en las películas de horror o suspenso. Un ejemplo lo tenemos en la famosa escena en la ducha de la película Psycho (Hitchcock, 1960) con la icónica banda sonora compuesta por Bernard Herrmann. Adicionalmente, este tipo de sonoridades funcionan muy bien al mezclarse con performance o video-arte, se vuelven más digeribles gracias a la imagen.

Pero una cosa es la proyección de imágenes artísticas y otra muy distinta mostrar sexo puro y duro en una pared. Por ello, Erotika Perennis, el montaje pornográfico de Levell y compañía, parecía destinado, porque sí, a chocar con los espectadores. Música de difícil escucha para el oyente promedio mezclada con imágenes las cuales, alrededor de un siglo después, y aun en blanco y negro, siguen ofendiendo a cierta audiencia sensible, en especial cuando se rompen códigos aun vigentes como la heterosexualidad, la monogamia o las creencias judeocristianas. No obstante. Era ilógico emitir un juicio a priori. Debíamos vivir la experiencia.

Atonales, pero orgásmicos.

Es posible que, separada de la pornografía lo interpretado por Doctor Fakuménica, en su segunda presentación, nos pueda sonar a cualquier otra cosa. Cualquier imagen puede venir a nuestra mente con tan solo escuchar sus tonos discordantes, sus ritmos asimétricos, sus cambios repentinos de velocidad, así como algunos exóticos y poco familiares timbres sonoros.

Pero al mezclar sus melodías atonales con los fotogramas en movimiento, notamos una sincronía la cual nada tiene que envidiar, por ejemplo, al trabajo de compositores cómo Scott Bradley, conocido por su trabajo para los cortos animados de Tom y Jerry. Todo ello entendiendo, obviamente, que las melodías de Bradley, aparte de usar tanto lo clásico como lo vanguardista, se dirigían a un público más infantil.


La banda sonora de Levell y compañía, preparada para la ocasión, fue realmente consonante con el vaivén de una relación sexual. Los instrumentos de viento parecían sonar como nuestra respiración durante el coito. El piano sonó como si alguien - acaso una espontánea parejita oculta en la oscuridad de la sala de proyección- hubiese usado impulsivamente sus teclas como cualquier colchón de hotel, mientras la percusión, en
crescendo, parecía imitar los golpes de la cabecera de la cama en plena pared. Y la voz (Esa descontrolada y operática voz) no daba lugar a dudas: definitivamente sonaba cómo un orgasmo.


Pese a la proyección de imágenes orgiásticas con algo de sadomasoquismo y (una pequeña dosis de bestialismo) en concordancia con las disonancias sonoras, los espectadores, aunque bastante sorprendidos, no se mostraron especialmente molestos. Algo de morbo, y seguramente deseos de catarsis, había entre los asistentes. Al parecer, una película “de autor” puede expulsar más espectadores de una sala que una cinta pornográfica.


Doctor Fakuménica se presentará, nuevamente, el domingo 11 de junio, a las 3pm, en el galpón 17 del Centro de Arte Los Galpones (Los Chorros, Caracas). En esta oportunidad no proyectarán pornografía, sino películas dadaístas y surrealistas bajo el nombre de ANEMIC CINEMA.


𝘑𝘢𝘯𝘪𝘴 𝘋𝘦𝘯𝘪𝘴 (voces)⁣
𝘑𝘢𝘪𝘮𝘦 𝘋𝘦 𝘈𝘳𝘮𝘢𝘴 (Flautas)⁣
𝘒𝘢𝘳𝘫𝘦𝘭𝘪𝘯 𝘊𝘩𝘢𝘤𝘰́𝘯 (Percusión)⁣
𝘉𝘰𝘳𝘪𝘴 𝘗𝘢𝘳𝘦𝘥𝘦𝘴 (Violín)⁣
𝘓𝘪𝘣𝘦𝘳 𝘖𝘴𝘤𝘩𝘦𝘳 (Corno)⁣
𝘍𝘳𝘢𝘯𝘻 𝘓𝘪𝘴𝘻𝘵 𝘍𝘪𝘨𝘶𝘦𝘳𝘢 (Violoncello)⁣
𝘈𝘯𝘥𝘳𝘦́𝘴 𝘓𝘦𝘷𝘦𝘭𝘭 (Piano, objetos y dirección artística)


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