martes, 21 de noviembre de 2023

Liturgia femenina: concierto de La Conjura en el salón Aquelarre II.



Visceral, oscura, densa, ruidosa… así fue la clausura de Aquelarre II, una exposición de arte femenino que culminó con una ruidosa ceremonia.



Texto y fotos: Luna Henríquez



El Círculo de magia (Aquelarre) es una exhibición de mujeres artistas que se juntaron para mostrar sus trabajos creativos. Esta actividad,la cual cuenta ya con dos ediciones, tuvo lugar recientemente en el Raise Caracas, iniciando el 26 de octubre y culminando el pasado 12 de noviembre.

Aquelarre II fue una exposición muy heterogénea de artistas venezolanas, tales como Manuela Kruphölter, Tania Mafilito, María Helena Ruíz, Dania Bucko, Andrea D'Escriván, Blanca Haddad, Ofelia Torres, Bárbara García, Liz Bermúdez, Andrea Figueroa, Carlota Hellmund y Yetzaline León.

Una variedad de talentosas creadoras, con una diversidad de expresiones y visiones, pero con un enfoque en común: el arte como medio de expresión de las mujeres, para su conexión con la creatividad, el poder, la sabiduría y la ancestralidad femenina. Una búsqueda hacia el resurgimiento de una voz femenina que muestra sus múltiples rostros.

El evento tuvo su cierre con un concierto, el cual fue más bien un especie de ritual o ceremonia musical, que movió todas las energías y despertó a todos los seres ocultos.

El recital de clausura estuvo a cargo de la banda La Conjura

La Conjura es un grupo de dark ambient, darkwave, krautrock caraqueño, conformado por la vocalista y artista plástico Liz Bermúdez, el artista plástico y creador de música electrónica Ezequiel Pizzani y el compositor y guitarrista Kebán Frías, quienes experimentan con sonidos, sensaciones y sentimientos muy profundos e intensos.



Sonaron marcados por una misteriosa voz femenina que se desdibujaba entre tonadas similares a cantos gregorianos (o cantos de sirenas) además de ecos, sollozos, alaridos, susurros y potentes recitaciones que recuerdan a las de los poetas malditos, acompañada por texturas, así cómo ruidos saturados y psicodélicos mezclados mediante una laptop. Todo acompañado por unas distorsiones, un muro de ruidos (a veces sutil, a veces estridente) provenientes de la guitarra eléctrica y la pedalera multi-efectos.

Cada sonido parecía que se movía aislado, solitario, con vida propia. A su vez se sentían tan conectados y sincronizados cómo una manada de lob@s aullándole a la luna.

La Conjura envuelve a quienes l@s escuchan en una atmósfera extraña, oscura, densa, a la vez visceral. Sus sonidos resuenan en los cuerpos y todo el espacio, remitiendo a la caótica y convulsionada ciudad capital, a las sórdidas ruinas abandonadas de un sistema moderno que se consume y descompone. A su vez, sus sonidos nos remiten a algún tipo de culto a una diosa, a una procesión o liturgia, a una espiritualidad y una sensibilidad resistente, la cual busca refugiarse en prácticas paganas, metafísicas, poéticas, creativas, en una especie de alquimia sonora, de espíritus diversos, que se revelan y expresan su voz y poder desde las profundidades de sus entrañas, reivindicando los poderes y sabiduría de las diosas y las brujas.

Sin lugar a dudas emociona mucho que este tipo de cosas estén sucediendo en Caracas. Conmueve y alimenta mucho la esperanza de pensarse la existencia y el habitar desde otros lugares. Espero que estás iniciativas continúen gestándose en los diversos rincones de la ciudad y que sean como una onda expansiva que se reproduce para embrujar todos los espacios y territorios.



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