El festival, realizado el pasado 30 de agosto, trajo una descarga brutal de energía y decibeles. Teatrex se convirtió, por un día, en el epicentro del metal venezolano.
Textos: Ernesto Soltero
Fotos: Paco Kurosawa
Tras un hiato de un año, regresó, en su tercera edición, el Classic Metal Fest.
Desde principios de año estábamos entusiasmados con un prometedor cartel, el cual incluiría un cierre con la agrupación Grand Bite, en el marco de su gira por el 45 aniversario. Un evento que contaría, además, con la participación de bandas como Vhill (representantes de Venezuela, y el norte de Suramérica, en el Wacken Fest), Birongo (un “súper grupo” de death metal con miembros de Krueger y Natastor) o Factor Mental, agrupación de nü metal fusión que consiguió miles de seguidores (y también detractores) hace más de dos décadas.
A la oferta se sumaron Arkángel (otros fundadores del metal venezolano), Ravenous Feast (banda heavy con miembros del extranjero) y Ashes, otros exponentes de la onda death metalera.
A diferencia de la edición anterior, hubo menos variedad en cuanto a subgéneros. Estilos como el hard rock, así como las variantes industriales o alternativas, estuvieron ausentes. No obstante, la decisión de incluir una concisa selección de grupos con bastante trayectoria, o al menos con cierta jerarquía, en una sola jornada, fue bastante acertada. Este factor, sumado al descuento por la compra de dos entradas, contribuyó a la taquilla, logrando llenar casi todas las butacas de la sala Teatrex.
Reconociendo el magnífico esfuerzo hecho por la producción del show, el retraso de tres horas en el inicio del evento trajo como consecuencia el cierre de puertas casi a la medianoche, algo chocante para quienes acostumbran a desplazarse por medios de transporte de precio accesible con horario restringido, como por ejemplo el Metro de Caracas. No obstante, no viene al caso quejarse. Fue el precio a pagar por una brutal, necesaria y terapéutica descarga sonora.
Factor Mental: Cuando el “Joker” es el alma de la fiesta
La primera agrupación en montarse en tarima fue Factor Mental, quienes 25 años atrás llamaron la atención de una nutrida base de seguidores mientras eran criticados, en su momento, por los puristas de la escena metalera, rechazándolos tanto por sus tendencias comerciales como por el uso de ritmos tropicales, olvidando que el nü metal también tuvo una fase underground y que grupos como Sepultura o Laberinto ya habían mezclado lo pesado con lo latinoamericano.
A esa mescolanza de samba con ritmos alternativos y pesados se suman actualmente sonidos más orientados al heavy metal, como los tonos agudos logrados por el cantante Felipe Nevado, o los solos ocasionales de guitarra, inusuales en el género nü metal.
Felipe aprovecha además el característico maquillaje de la banda para efectos histriónicos. Llega a recordar un poco al “Guasón” de Joaquin Phoenix, solo que sus chistes sí causan risa. Aunque asume la posición de liderazgo en el grupo, es destacable la participación conjunta de todos los miembros para efectos teatrales y coreográficos. El percusionista, de origen brasilero, es otro personaje más de ese circo metalero. Núcleo Caraqueño, un rap metal de temática social, nos trajo un buen recuerdo.Ashes, el inicio de la tríada death
Posteriormente vino el turno de Ashes, una banda de death metal presente en la escena nacional desde 2009, parte de una generación posterior al metal alternativo. Debemos confesar nuestro escaso fanatismo por ese género, pero las tres propuestas presentadas, empezando por esta agrupación, no solo resultaron convincentes, sino que demostraron que no por tocar ese estilo debes sonar idéntico a otros grupos. En el caso de Ashes tienen una rabia y unas letras políticas cercanas al crossover thrash, aunque no solo tienen partes rápidas, sino también cambios bastante trancados. Son la clase de agrupaciones pesadas capaces de tocar en un concierto punk sin desentonar. Una presentación muy muy visceral.
Del cielo al infierno
Provenientes del oriente del país, y con un cantante canadiense, vino luego el turno de Ravenous Feast, más orientados al heavy clásico, cuyo estilo sirvió un poco para descansar de tanta “cabilla” y escuchar algo con más melodía. Un sonido lleno de buenos riffs más hechos para el meneo de melena que para encender un pogo. Sean De Boer, el vocalista, llega a recordar un poco a Halford de Judas Priest, tanto por su calva como por su indumentaria, aunque menos estático y más corto de estatura.
Pero el descanso auditivo no fue eterno. Las sonoridades épicas y armónicas dieron paso a una descarga continua de disonancias extremas no con una, sino con dos bandas seguidas, Birongo y Vhill, completando así la “tríada death”.
Con Birongo el bombardeo no solo fue auditivo sino también visual, con un performance digno del Marqués de Sade. Tres chicas enmascaradas y encadenadas, vestidas como infernales y voluptuosas sacerdotisas, se colocaron en distintos puntos del escenario mientras Carlos Sánchez, vestido como una especie de samurái oscuro con capucha bondage, disparaba sus líricas guturales con temáticas depravadas. El baterista es una máquina, bastante rápido y preciso, suena como si alguien programara una batería electrónica y la pusiera a mil por hora. Interesante la pieza con aires afrovenezolanos.
Más matraca...y luego los veteranos
Aun cuando Vhill tiene un par de años de trayectoria, fue la antepenúltima agrupación en tocar. Su participación en el Wacken Fest, meca de la música pesada a nivel mundial, luego de haber triunfado en un concurso de bandas regionales, fue seguramente el motivo para asumir tamaña responsabilidad.
No sonaron iguales a Ashes ni a Birongo, tienen su propio estilo, más basados en la rabia que en la velocidad. De no ser por el doble bombo o las voces monstruosas, podrían sonar a doom metal. Predominio de tonos graves, ausencia de solos (aunque se manejan los cambios de ritmo) y la incursión ocasional de atmósferas de teclado sampleadas con un laptop. El vocalista proyecta mucha seguridad y rudeza, lo pensarías bien antes de meterte con él.
A estas alturas solo quedaban un par de bandas por presentarse, ambas celebrando sus cuatro décadas y media de trayectoria artística, siendo pioneras no solo del heavy metal venezolano, sino de todas las variantes del rock pesado criollo: Arkángel y Grand Bite. Grupos legendarios que nos quitaron la espinita de no haber visto la reunión de Resistencia hace unos meses, aunque su line-up ha cambiado gradualmente con el paso de los años, manteniendo al menos a un integrante original.
Final épico
Hasta el momento, el evento había mostrado propuestas de una alta calidad sonora. Las dos bandas cabeza de cartel, precursoras del ala pesada del rock nacional, no podían ser la excepción. Con ellas nos quitamos la “espinita” de no haber visto, meses atrás, a la banda Resistencia, otros pioneros del heavy criollo.
Arkángel, agrupación que se mantiene viva gracias a los hermanos Picozzi (Giorgio y Giancarlo, batería y guitarra respectivamente), tocó un set bastante largo, de casi una hora, con temas de sus distintas etapas, aunque fueron las canciones de los tres primeros álbumes (los de la era Gillman) los que causaron mayor euforia en el público, logrando parar de sus butacas a la audiencia del teatro.
Douglas Rodríguez es un vocalista muy carismático y con buena técnica. Visualmente fue el único con una “pinta” metalera (los demás parecían sacados de un “Lollapalooza” noventoso). Una falla técnica (atribuida al ya cotidiano “bajón de luz”) paralizó la presentación por unos minutos, pero el grupo supo retomar su set con profesionalismo.
Por su parte, Grand Bite, agrupación que ha continuado gracias a la presencia eterna del guitarrista Andrés Guzmán, no decepcionó. Su set fue, de hecho, mejor que el de la edición anterior del festival, a pesar de que en aquella ocasión interpretaron temas de su primer disco (para muchos su favorito), Al Borde del Precipicio, el cual contiene los temas más clásicos de la banda, interpretados originalmente por un cantante (también bajista), Luis Miguel Pérez, que no sonaba tan heavy, pero sí con bastante personalidad.
Aunque todos son excelentes músicos, hay que hacer mención especial de Joseph de Luca (vocalista) y “Vampiro” Sanabria (bajista), quienes constituyen parte de la formación más estable que ha tenido la agrupación. De Luca, quien ya tiene dos décadas con el grupo, domina muy bien el canto heavy. En algún momento se hizo un popurrí con clásicos del rock pesado, y De Luca interpretó muy bien canciones de grupos como AC/DC o Black Sabbath, influyentes en los inicios de Grand Bite.
En cuanto a Luis Miguel “Vampiro” Sanabria, consigue lo imposible: destacar con su instrumento en un género donde el guitarrista líder, el vocalista y a veces hasta el baterista virtuoso suelen opacar a quienes tocan las cuatro cuerdas. Su bajo siempre está presente y adquiere protagonismo sin sobrecargar las canciones.
No obstante, aunque suene trillado, nada dura para siempre, y el show debía culminar en algún momento. Casi a medianoche cerraron el telón, dejando en nosotros una extraña mezcla de satisfacción e inconformidad.
El Classic Metal, en su tercera edición, no solo incluyó presentaciones en vivo, también hubo stands con venta de merchandising, alimentos y bebidas, permitiendo al público un poco de esparcimiento, así como la oportunidad de llevarse algún recuerdo, entre una presentación y otra.